El caballo Pura Raza Árabe es el caballo por antonomasia. Original de Arabia, de él descienden el purasangre inglés y todas las razas llevan su sangre. Con una alzada de entre 145 y 155 centímetros a la cruz, este caballo destaca entre todas las razas por su longevidad, resistencia, inteligencia y valor.
Entre todas las leyendas acerca de su origen, la más curiosa es la de las cinco yeguas de Mahoma. La tradición árabe cuenta que, en cierta ocasión, Mahoma ordenó a sus seguidores cercar a los caballos que los acompañaban; los dejó siete días sin beber y, al octavo día, los soltó junto a un oasis. Los caballos galoparon hacia el agua, pero antes de llegar a ella, Mahoma ordenó tocar los cuernos que anunciaban batalla, solo cinco yeguas respondieron a la llamada, regresando al campamento. Mahoma bendijo a las yeguas, escogiéndolas para las cinco líneas originarias del caballo Pura Raza Árabe.


Existen distintas teorías sobre el origen exacto de esta raza milenaria, pero las evidencias científicas nos llevan a situar su raíz en la Península Arábiga. Existe un hecho que avala la pureza de esta raza: se ha conservado incontaminada durante siglos por la sabiduría de los pueblos nómadas que habitan y habitaron en la Península Arábiga porque solamente estos animales subsistían en los rigores del desierto. Allí se introdujo el concepto de selección en base a la pureza de origen, la resistencia y la velocidad para la guerra.
Se creó un caballo capaz de resistir los largos viajes a través del desierto, con inusitada fuerza, valor y vitalidad que les servían tanto en los tiempos de paz como en periodos de conflictos tribales. Entre los beduinos, los caballos eran los más preciados miembros de sus casas.
Estos caballos fueron introducidos en la península Ibérica en el 711 con la invasión del Califato Omeya de la Península. Si bien el caballo de origen árabe ha estado presente en la Península desde entonces, fue la Reina Isabel II, en el siglo XIX quien envió a varios oficiales del Ejército a Siria para seleccionar ejemplares que formasen el primer depósito de sementales en España, que se instaló en Jerez de la Frontera en 1847.


Este caballo, de orejas finas para protegerse de la arena del desierto, grandes ollares y sistema respiratorio superior al resto de las razas caballares, y ojos brillantes y salientes siempre sobre aviso, es, para muchos, la mejor raza. No en vano, distintos jinetes olímpicos destacan las cualidades de esta raza. Al ser caballos nerviosos e inteligentes, precisan un jinete avispado y sereno para trabajar. Esto convierte a estos caballeros que consiguen entenderse con ellos, en unos magníficos jinetes. La evidencia de esta afirmación la tenemos en los equipos olímpicos de Doma y Completo españoles.
Esta raza es la mejorante universal de las otras, combinando su sangre con la de caballos de sangre fría pero también con caballos de sangre caliente como ellos mismos.
El caballo Pura Raza Árabe es un animal muy polivalente. Sin ser tan veloz como el Purasangre inglés, es también rápido, y sin saltar como un Hannoveriano, lo hace muy bien. Es un caballo de gran resistencia y valor. Ninguna otra raza es tan completa. La prueba en la que reina el caballo pura raza árabe es el Raid.


«En orígenes, como era un caballo del desierto, tenía que aguantar días casi sin comer ni beber y soportando un gran esfuerzo, pero, al ser un caballo tan bello y, por llevarlo a los campeonatos de morfológico, eso se fue dejando de lado. Ahora se está volviendo a los orígenes. Se ha descubierto que es el caballo que mejor responde en resistencia y largas distancias. El Raid está abierto a todas las razas t. se puede decir sin miedo a equivocarse, que más de la mitad de los inscritos en estos concursos, son caballos árabes puros y de la otra mitad, podríamos afirmar que cerca de un 50% son caballos cruzados con árabes»
– S.A.R. Teresa de Borbón-Dos Sicilias.